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.mui. | Operación London Bridge: protocolo y comunicación

El fallecimiento de la reina Isabel II ha llenado todas las primeras planas de los periódicos y sigue llenando horas y horas de programación en todos los medios de comunicación, con el seguimiento exhaustivo de lo que conocemos como “Operation London Bridge”, un programa detallado con todas las acciones planificadas desde hace años para el momento en el que Isabel II falleciera.

Cientos de especialistas participan en distintos medios con sus análisis, incluso yo misma, comentando lo que está sucediendo o lo que va a suceder, porque si hay algo que es indudable es la gran expectación que genera un evento como este, seas o no monárquico.

¿La razón? Quizás porque un evento casí aglutina elementos de todo tipo: realeza, historia, prensa rosa, comunicación, organización, ceremonial, aristocracia, parafernalia, ornato… Probablemente cada persona se pegue al televisor por un motivo diferente, pero sea lo que sea lo que le lleve a hacer un seguimiento de esta noticia, estará informándose acerca de todos esos aspectos relacionados y se quedan maravillados con una magnífica planificación de acontecimientos perfectamente secuenciados para transmitir un mensaje.

Y ahí es donde los especialistas en protocolo debemos asumir nuestra responsabilidad y aprovechar la ocasión para demostrar que el protocolo es comunicación, y que la comunicación de los eventos sin una organización perfectamente secuenciada no podría existir. Desde un funeral de estado a una rueda de prensa, pasando por cualquier evento que queramos que trascienda más allá de las paredes en las que se celebra.

Maravillados ante cada uno de los detalles del protocolo británico, debemos saber explicar que todo lo que está pasando durante estos días sucede por algún motivo. Porque acaba de fallecer una reina de una monarquía parlamentaria, sí, pero esa reina además de ser jefa de un estado compuesto por cuatro naciones (Inglaterra, Gales, Escocia e Irlanda del Norte) es soberana de otros 14 estados independientes constituidos en reinos (the Realms) y cabeza de los 56 estados de la Commonwealth. Pero también acaba de fallecer la gobernadora suprema de la Iglesia de Inglaterra y una monarca con una línea de sucesión al trono que hace variar los títulos y tratamientos de los que están en esa línea de sucesión. Así que cada acto, cada ceremonia debe reflejar ese proceso de transición en cada una de esas facetas. Y el protocolo en la clave para hacerlo.

Es nuestra obligación explicar qué pasa pero sobre todo, explicar por qué pasa, qué simbología hay detrás de cada paso para mandar el mensaje correcto de todas esas funciones que aglutina un monarca del Reino Unido. Pero sobre todo es nuestra oportunidad para reivindicar el porqué de una profesión que en el 99% de los casos la gente asocia a cosas más mundanas como el comportamiento, la etiqueta o cómo comer determinados alimentos.

Quien se considere profesional del protocolo debe ponerse ante un micrófono y evitar caer exclusivamente en los tópicos fáciles de siempre. Debe distanciarse de falsos profetas que aventuran cosas de oídas (como que Carlos abdicaría, o si William y Kate son más o menos cariñosos entre ellos que Harry y Megan), de comentaristas que se centran en aquellos aspectos de la vida privada de las personas y que no afectan a su vida pública ni al devenir de la vida oficial.

No dudo que eso nos dé más visibilidad y más seguidores, pero le resta credibilidad a nuestra profesión.  Y una muestra de organización y comunicación exquisita como la Operación Puente de Londres nos da la mejor de las oportunidades para mostrar qué es de verdad el protocolo.

 

Pilar Muíños

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